Las nuevas tecnologías nos permiten formarnos sin tener que desplazarnos si no queremos o podemos de un lugar a otro. En el ámbito de la educación permiten una tutorización más ágil entre alumnado y profesorado, con una gran amplitud horaria. Permiten así mismo la no presencialidad en las clases sin que por eso se pierda el seguimiento de la materia que se esté dando en un curso, pues se puede acceder a dicha materia de una forma virtual.
A través de ellas podemos desarrollar nuevas competencias para adaptarnos a los muchos cambios de este siglo en el que vivimos. El aprendizaje puede ser activo, ya no recibe el alumno/a la información de una forma pasiva, sino que se vuelve activo/a y pasa a ser la figura protagonista en su historia académica. El educador/a pasa a ser un/a facilitador/a de conocimientos y de información.
Hablamos de coeducación y de corresponsabilidad en el acto educativo, lo cual nos permite desarrollar nuestros derechos como ciudadanos/as y también nuestras responsabilidades.
Todas las disciplinas o ciencias se mueven de una forma dinámica a través de Internet; la educación se vuelve dinámica y viva. Se actualiza y se rectifica constantemente. Con todos estos elementos positivos hemos de poner énfasis en algunos aspectos no tan positivos; es por ejemplo que todo lo que vertemos en las redes sociales se pierde en cuanto a dominio, es decir pierde privacidad y viene a ser de todos/as los que lo encuentren en ella.
La información se democratiza y permite la universalización de la información. Se introduce creatividad e innovación en el ámbito educativo y en sus formas de aprendizaje. Por eso es importante que las personas actualicemos nuestros conocimientos en cuanto a las nuevas tecnologías pues si no corremos el riesgo de ser las personas analfabetas del siglo XXI; analfabetas en cuanto a tecnología y esta es la clave que mueve nuestra sociedad, con lo que no estar subidas en este "carro", supone un gran riesgo de exclusión social.
A través de ellas podemos desarrollar nuevas competencias para adaptarnos a los muchos cambios de este siglo en el que vivimos. El aprendizaje puede ser activo, ya no recibe el alumno/a la información de una forma pasiva, sino que se vuelve activo/a y pasa a ser la figura protagonista en su historia académica. El educador/a pasa a ser un/a facilitador/a de conocimientos y de información.
Hablamos de coeducación y de corresponsabilidad en el acto educativo, lo cual nos permite desarrollar nuestros derechos como ciudadanos/as y también nuestras responsabilidades.
Todas las disciplinas o ciencias se mueven de una forma dinámica a través de Internet; la educación se vuelve dinámica y viva. Se actualiza y se rectifica constantemente. Con todos estos elementos positivos hemos de poner énfasis en algunos aspectos no tan positivos; es por ejemplo que todo lo que vertemos en las redes sociales se pierde en cuanto a dominio, es decir pierde privacidad y viene a ser de todos/as los que lo encuentren en ella.
La información se democratiza y permite la universalización de la información. Se introduce creatividad e innovación en el ámbito educativo y en sus formas de aprendizaje. Por eso es importante que las personas actualicemos nuestros conocimientos en cuanto a las nuevas tecnologías pues si no corremos el riesgo de ser las personas analfabetas del siglo XXI; analfabetas en cuanto a tecnología y esta es la clave que mueve nuestra sociedad, con lo que no estar subidas en este "carro", supone un gran riesgo de exclusión social.
Nosotros/as como futuros/as profesionales de la educación social hemos de colaborar en la formación de las personas en este ámbito y en el manejo de las nuevas tecnologías para su desarrollo personal. Hemos de difundir una actuación crítica con respecto a este tema para poder evitar sus efectos adversos y gozar al máximo de sus potencialidades y posibilidades.
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